IDENTIDAD
Identidad
Recientemente estaba hablando con unos amigos de Brasil que tienen un niño pequeño y me comentaban que estaban pensativos porque en la escuela les habían dicho que su hijo no parece tener el vocabulario o la facilidad para hablar como los otros niños de su edad. La conversación pasó al tema de las familias con distintas nacionalidades y donde se hablan distintos idiomas en el hogar. Les animé compartiendo que lo mismo sucedió con nuestros hijos: Aprender dos o más idiomas no es lo mismo que uno solo. Les toma un poco más de tiempo identificar cada idioma, sobre todo si de pequeños se han acostumbrado a hablar en casa otros idiomas que no son el inglés; es normal que cuando empiezan la escuela necesiten reajustar.
Pero no solamente es el idioma, donde los niños necesitan adaptarse. Desgraciadamente aún en un país como Estados Unidos, que fue fundado, en parte, por inmigrantes, y donde la nación se ha beneficiado durante mucho tiempo y hasta el día de hoy de la energía y trabajo que aportan los mismos, todavía hay gran ignorancia en la sociedad. Todavía existe la tendencia a mirar a los inmigrantes con otros ojos y eso llega a los niños, quienes reciben comentarios de sus amiguitos en las escuelas. A menudo, los niños no saben cómo comunicar esos comentarios pero les ha afectado, porque los ves que intentan ser como los demás, no quieren ser diferentes, y muchos no quieren hablar otro idioma que no sea el inglés.
Y esta realidad se ve pasar de generación a generación, pues hay un conflicto de identidad, hay desconexión con quiénes son, de dónde vienen y a dónde van.
Curiosamente, a veces la gente famosa ha ayudado con este tema, porque cuando un deportista, un actor, un cantante empieza a hablar con pasión de sus orígenes familiares, de repente es fantástico ser inmigrante.
Pero, ¿te has fijado en algo? ¿Puedes ver un patrón en lo que he dicho? Lo que yo veo es que a menudo la gente se define por lo que otros dicen, cuando la identidad de una persona viene de adentro, proviene del interior.
En una ocasión, estaba hablando con un sacerdote cuando estaba visitando a mi familia en España. Mi mamá me introdujo y el sacerdote me saludó diciendo:
“¡Ah, la hija de ciudadanía americana!”, a lo que yo contesté: “Bueno, mi ciudadanía es del cielo”.
“No entiendo”-dijo el sacerdote. “Lo que el apóstol Pablo dice, que somos ciudadanos del cielo y que esperamos que de allí vuelva nuestro Salvador”-contesté yo.
“Yo no leo a Pablo”, dijo el sacerdote. “Pues debería, escribió casi todo el Nuevo Pacto o Testamento”-respondí yo.

Siempre recuerdo esta breve conversación con cariño porque me hizo entender el hecho de que no es extraño que mucha gente de fe no entienda su identidad en Dios, en Jesús. Si no leen la Biblia o no leen la Biblia en su totalidad, entonces ¿cómo pueden saber quiénes son, de dónde vienen y a dónde van? Y, ¿cómo pueden enseñar a otros a cómo hacerlo?
Cuando hablas con personas y te atreves a tener conversaciones sinceras, es increíble lo mucho que comparten contigo. En otra ocasión, una amiga me dijo que unos jesuitas que ella conocía no estaban convencidos totalmente de su fe en Dios. Una pregunta natural podría ser, si los jesuitas en general se definen como hombres educados que desean ayudar a otros a encontrar a Dios en sus vidas, ¿serán siendo productivos en la misión si, en el caso de estos conocidos por mi amiga, no tienen claro su fe, su identidad en Dios?
¿A qué quiero llegar? La identidad no solamente se refiere a las cosas físicas pero también a las cosas espirituales. De hecho, estoy convencida de que sin identidad en Jesús, en Yeshua, la identidad humana está incompleta y se deja definir por las cosas erróneas, como lo que otros dicen y piensan, por la profesión, por los logros, por las derrotas, por los errores cometidos, por el estatus social, por cuánto dinero hay en la cuenta del banco…
En otras palabras, nuestra identidad no es definida por lo que nosotros creemos de nosotros mismos, o lo que los demás opinan de nosotros, nuestra identidad es definida por nuestro Creador, lo que importa es lo que Dios dice de ti y de mí.

Y hablando de conversaciones sinceras, me viene a la mente una que encontramos en el libro de Juan capítulo 3. Dice así:
1 Un miembro del partido de los fariseos, llamado Nicodemo, persona relevante entre los judíos, 2 fue una noche a ver a Jesús y le dijo:
— Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos; nadie, en efecto, puede realizar los milagros que tú haces si Dios no está con él.
3 Jesús le respondió:
— Pues yo te aseguro que sólo el que nazca de nuevo podrá alcanzar el reino de Dios.
4 Nicodemo repuso:
— ¿Cómo es posible que alguien ya viejo vuelva a nacer? ¿Acaso puede volver a entrar en el seno materno para nacer de nuevo?
5 Jesús le contestó:
— Te aseguro que nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace del agua y del Espíritu. 6 Lo que nace de la carne es carnal; lo que nace del Espíritu es espiritual. 7 No te cause, pues, tanta sorpresa si te he dicho que debéis nacer de nuevo. 8 El viento sopla donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con el que nace del Espíritu.
9 Nicodemo preguntó:
— ¿Cómo puede ser eso?
10 Jesús le respondió:
— ¡Cómo! ¿Tú eres maestro en Israel e ignoras estas cosas? 11 Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; con todo, vosotros rechazáis nuestro testimonio. 12 Si os hablo de cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo me creeréis cuando os hable de las cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo, excepto el que bajó de allí, es decir, el Hijo del hombre. 14 Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, 15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
16 Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna. 17 Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación contra el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo. 18 El que cree en el Hijo no será condenado; en cambio, el que no cree en él, ya está condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios. 19 La causa de esta condenación está en que, habiendo venido la luz al mundo, los seres humanos prefirieron las tinieblas a la luz, pues su conducta era mala. 20 En efecto, todos los que se comportan mal, detestan y rehuyen la luz, por miedo a que su conducta quede al descubierto. 21 En cambio, los que actúan conforme a la verdad buscan la luz para que aparezca con toda claridad que es Dios quien inspira sus acciones.”